Los lobitos marinos no son para nada tímidos. Foto: Weekend
Los lobos marinos usan el hocico de la misma forma que nosotros usamos las manos. Foto: Weekend
Los lobitos suelen morder suavemente como una forma de jugar. Foto: Weekend
Snorkel y buceo, dos propuestas para conocer a los lobos marinos bien de cerca
En Puerto Madryn la fauna marina se aprecia cara a cara. Los especímenes más jóvenes son increíblemente sociables y se comportan como simpáticos perritos de mar.
Por Julián Varsavsky
En verano las ballenas abandonan la costa patagónica para refrescarse en la Antártida. Y nosotros ocupamos su lugar en Puerto Madryn, flotando en las mismas aguas para jugar con lobos marinos. Una lancha nos lleva hasta Punta Loma, ya con los ajustados trajes de neoprene puestos. A metros de la costa -en una zona de poco oleaje- entramos al agua frente a una colonia de lobos que reposan en la playa. Llevamos máscara con tubito y patas de rana para hacer snorkel, es decir, flotar pudiendo nadar largo rato con la cabeza semisumergida y sin esfuerzo. Aquellas personas con certificación de buceo, miran a los lobitos con una perspectiva privilegiada: desde abajo del agua donde la interacción es mayor.
A veces puede fallar -la fauna no está contratada- pero casi siempre sucede lo de hoy: en minutos, lobitos juveniles con bigotes se acercan con la clara intención de jugar con esos “muñecos de goma” que chapalean torpemente. Primero sacan la cabeza con desconfianza para mirarnos de lejos con atención -como las suricatas cuando estiran el cuello- y se vuelven a sumergir jugando a las escondidas. De a poco van entrando en confianza y a cuatro metros ya nos miramos cara a cara. El clímax llega cuando un curioso juvenil decide hacer él también observación de fauna: apoya su hocico en mi vidrio y nos miramos ojos con ojos.
Ellos usan el hocico como nosotros las manos. Los más atrevidos se atreven a tocarnos, como dándonos un besito. Uno me mordisquea las aletas de los pies. El guía lo aclara, por las dudas: “si muerden lo hacen con suavidad para jugar”. El comportamiento de los cuatro lobitos que nos rodean se parece al de perros cachorros. A veces, si son lobitos bebé, vienen en grupo bajo tutela de la madre. Los machos adultos, en cambio, jamás se acercan: están hiperocupados buscando más hembras y cuidando que nadie les robe las que ya tienen en su harén. A los lobitos la empatía les brota más con los niños. Ha habido casos -nos contó el guía en la lancha- de lobitos que se suben a la espalda de personas como a una tabla de surf, un privilegio que hay que ganarse con estrategias de seducción.
Más información: el snorkeling con lobos cuesta $ 4.900 y el buceo $ 5.800. www.madryn.travel.
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